domingo, 22 de febrero de 2015

La Gran Belleza (no estaría mal que la vieses)



"Estaba destinado a la sensibilidad. Estaba destinado a convertirme en un escritor. Estaba destinado a ser Gep Gambardella". Gep Gambardella es un escritor que al llegar a su 65 cumpleaños se descubre vestido en una vida carente de sentimiento, alma, solidez y todo aquello a lo que renunció por la fauna de las madrugadas de Roma. Siendo el tío que le da nombre a mi cuenta de Blogger, probablemente Gep es uno de los personajes más profundos y carismáticos con los que me he topado en mi humilde hemeroteca cinematográfica. Irreverente, ingenioso, poeta y vividor, y profundamente imperfecto como cualquier ser humano, te hace engancharte a la pantalla todo el largomentraje.

"El descubrimiento más consistente que he hecho tras cumplir 65 años es que no puedo perder el tiempo haciendo cosas que no quiero hacer". La procrastinación es uno de los temas que más flotan en la superficie de la película. Gep, queriendo convertirse en el rey de la noche romana, dejó de lado su verdadero talento y es ya envejecido cuando se da cuenta de que su única novela no ha sido todo lo que podría haber contado. La película defiende que exprimamos al máximo nuestro talento propio, que no por acrobacias intelectuales, sino como herramienta para aflorar las pasiones humanas. Por otro lado deja clara una cosa: el 'Carpe Diem' es imposible. Nuestro viaje terrenal se compone siempre de intermitentes y fugaces luces de felicidad, sucumbidas ante la masa persistente del sufrimiento, y todo a su vez envuelto por el manto de la mundanidad y el 'bla, bla, bla'. 

"Flaubert siempre quiso escribir una novela sobre la nada". La nada. Así es como el director denomina al gremio de artistas posmodernos e intelectualoides que se han asentado en la sociedad italiana más selecta. La película no solo va de sentimientos, no. La crítica a la sociedad actual italiana es una de las claves de la trama, especialmente a este sector que, desde una torre de marfil, viven enajenados por obras absurdas, la drogadicción, la lujuria y el bótox, todo al ritmo de Raffaella Carrá.

La Iglesia Católica. Quizás de forma más sutil, que no por ello menos feroz, la crítica a la Santísima Iglesia nos la muestra como un grupo endogámico, amoral y con un estatus lujoso contrario a la palabra de pobreza enseñada por la Biblia. Además, la mercadotecnia que construyen sobre sus figuras más sufridoras deja entrever una cara oculta de este grupo. 

La película entra por los ojos. Los planos no persiguen únicamente una finalidad utilitarista, sino también estética. La Gran Belleza no es solo la búsqueda de Gambardella. Las transiciones temporales, el enorme trabajo de iluminación detrás de cada escena y el juego de planos nos obliga a ver la película BIEN. Es decir, recomiendo a ser posible que si a alguien le entra la venada de ver el largometraje, que la busque en calidad Blu Ray, o en su defecto DVD en HD, pero el screener o la baja calidad nos harán perder aspectos que estropearían sin duda la experiencia. 

P.D.: Si todavía no te has convencido para verla, aunque no soy muy amigo de este tipo de premios, la película ha recibido un reconocimiento internacional muy importante: Oscar a la mejor película de habla no inglesa, Globo de Oro y BAFTA a la misma categoría, 4 premios Cine Independiente Europeo, y muchísimos otros, así que al menos por postureo, no estaría mal que la vieses.


jueves, 19 de febrero de 2015

¿Qué haces, Carlos?

(Suena el teléfono. Descuelga. Al otro lado de la llamada, una voz robótica y gutural)

SECUESTRADOR: Tenemos a su hijo, señor Fonseca. No intente contactar con la policía. Tiene 48 horas para reunir 1 millón de euros en metálico. Tírelos en el cubo de basura de la Avenida de Atenas. A partir de las 12:00 del jueves le cortaremos un dedo por cada hora en la que no recibamos el dinero. Vamos en serio.

FONSECA: ¡Espere un segundo! ¿Ha dicho un millón?

SECUESTRADOR: Así es. No intente jugárnosla, conocemos su patrimonio.

FONSECA: No, ya. Si por mi patrimonio no es. Pero entienda usted que uno no puede estar pagando las deudas de todo el mundo.

SECUESTRADOR: Pero... Es su hijo, y-

FONSECA: ¡Si es que encima eso es lo peor! Con ese cafre perrofláutico el nivel de confianza es bajísimo. ¿Cómo se supone que me va a generar rédito un ejercicio económico de ese tipo si ni siquiera conozco los tipos de interés con los que está dispuesto a afrontar el pago de su deuda?

SECUESTRADOR: Bueno, déjeme hablar con él...

(Se hace el silencio. El señor Fonseca aprovecha el receso para ojear de nuevo la evolución de sus acciones.)

SECUESTRADOR: Ya estoy. Dice que se compromete a pagar un 20% de interés por la devolución del rescate, pero que por favor lo saque de aquí. Le aconsejo que le haga caso porque parece muy asusta-

FONSECA: ¡20 POR CIENTO! JAJAJAJA (Después de su alargada carcajada desacelera un suspiro y continúa) Tiene unos huevos como bombonas de butano el chaval, salió a su padre. Pero como ya le he dicho, ese pobre genera unos niveles de confianza estrepitosos. Dudo que tenga activos para hacer frente a semejante deuda, y su madre, la otra accionista mayoritaria de la casa, dice que "pues habérselo pensado dos veces antes de ser secuestrado por encima de sus posibilidades".

SECUESTRADOR: Deje ya este estúpido circo (Se escucha un ruido metálico) ¿Ha oído eso? ¡Es mi pistola cargándose mientras acaricia la frente de su puto hijito, así que van sacando el dinero HOY MISMO, O VAN A TENER QUE RECOGERLO POR PIEZAS.

(Durante unos segundos, solo hay silencio).

FONSECA: Me acaba de dar usted una idea.

SECUESTADOR: ¿Entonces, va a pagar?

FONSECA: Así es. Pero no pienso seguir discutiendo sobre cifras tan altas. Mi hijo tendrá que aplicarse una política de recortes.

SECUESTRADOR: No le entiendo...

FONSECA: ¿No ha dicho usted que iban a proceder a cortarle los dedos? ¿Qué le parece si le recortamos 3 o 4 dedos y me hace una rebaja de 125 mil alícuotamente por cada parte amputada?

SECUESTRADOR: No sé yo si un dedo cuesta tanto, la verdad...

FONSECA: No se hable más, recórtele una oreja, ni para mí ni para ti. Y con eso me una rebaja del 25% y todos felices, que ya llevamos 5 minutos con la llamadita y uno tiene sus quehaceres.

SECUESTRADOR: A mandar, caballero. (Se escuchan gemidos de dolor de fondo).

domingo, 15 de febrero de 2015

TTIP (Tú deberías saber lo que es)


El Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (mundialmente conocido por su acrónimo inglés TTIP), es un tratado entre Estados Unidos y la Unión Europea que busca facilitar, incentivar y mejorar el comercio entre ambas economías a través del "potencial sin explotar de un auténtico mercado transatlántico que genere nuevas oportunidades económicas". Dicho de esa manera, la única pregunta que a uno se le ocurre es <<¿Dónde hay que firmar?>>, pero como suele ser frecuente en este tipo de tinglados, el gato resulta tener más de 3 patas.

Concretamente, este gato tiene 269 patas, que es el número de "partes interesadas" del sector privado que presionaron al Departamento de Comercio de la Unión Europea durante 2012 y 2013 para velar porque sus intereses se vean reflejados en el Tratado. De hecho, el 92% de las reuniones para la preparación del TTIP se hicieron a puerta cerrada con lobbys empresariales. Entre estos grupos podemos señalar a ACEA, grupo del sector automovilístico que representa a BMW, Wolkswagen, Ford, Renault -y un porrón más- y a CEFIC, lobby de la industria farmacéutica que aglomera a Bayer, BASF y otros. Este hecho fue denunciado por Corporate Europe Observatory.

¿Y qué será de nosotros si esto se pone en marcha? A nivel nacional, existen dos riesgos mayoritarios: el primero es la imposibilidad de aplicar políticas económicas no neoliberalistas, ya que en materia económica España sería tan dependiente de la UE que incluso con una mayoría social que lo apoye, el cambio sería imposible; el segundo riesgo es la privatización de la Justicia ya que las discrepancias sobre inversiones exteriores se someterán a procedimientos arbitrales privados. A nivel internacional hay un hecho que me ha llamado la atención. Es solo un ejemplo, pero pone los pelos de punta ver que ya el otro día un representante de la Comisión Europea tuvo que reconocer que con el TTIP se permitirá a EEUU vender más de 1.000 productos cosméticos prohibidos en la Unión Europea.

Por otro lado, la agroindustria ha sido probablemente una de las niñas mimadas del TTIP, ya que 113 de las 560 reuniones con la Dirección General de Comercio han sido protagonizadas por este sector. Es más, el 82% de los encuentros celebrados por la Dirección General de Agricultura han sido con lobbys agroindustriales. De esas reuniones se sacó una cosa en claro: los animales no les gustan. El Consejo Nacional de Productores de Cerdos de EEUU exige un ajuste a la baja de la normativa para el trato de animales "de la finca al plato" y también exige, recalco, EXIGE a la Unión Europea que autoricen la ractopamina -fármaco aditivo que promueve el crecimiento de los cerdos- que ha sido prohibido en 150 países, incluidos todos los de la UE por sus efectos nocivos en el propio animal y para la salud humana.

Como periodista que pretendo ser (o algo así), es mi obligación denunciar la falta de rigor con la que los grandes medios han pasado de largo este importante hecho, y si bien lo han mencionado, casi parecía de forma anecdótica. Pero no seré yo el malpensado, es bien conocida la pluralidad y la independencia de los medios con respecto a los grupos de poder, pero no son ellos quienes me importan. Nosotros, los ciudadanos europeos tenemos la necesidad, la obligación y la oportunidad de difundir toda la información posible que pueda concienciar a la opinión pública en respuesta a la mayor amenaza a nuestros derechos de este siglo.

lunes, 2 de febrero de 2015

Hacen falta más gilipollas

Mi hermano es un gilipollas. Y no porque lo diga yo, más bien porque lo dice todo el mundo. Es un gilipollas redomado, vamos, lo que en Canarias se cataloga como un pollaboba. ¿Y qué pecado cometió para ganarse ese desafortunado título? Pues que estudia Filosofía. De verdad. No os miento. El primogénito de mi padre tiene que encogerse de hombros y sonreír desganadamente cada vez que que algún intelectual -de los que abundan en esta vasta piel de toro- al escuchar la carrera que escogió le vomita encima una sucesión de intrincados y sofisticados argumentos para devolverlo a la realidad <<¡Filosofía! ¿Y con eso de qué trabajas? ¿No sabes que vas a acabar viviendo bajo un puente?>> <<¡Sí, eso es lo que te conviene a ti! Búscate un trabajo de verdad y déjate de filosofear>>.

¿De qué va a servir un pensador en el país del ladrillo? ¿De qué le iba a servir a uno estudiar las ideas de Spinoza cuando lo que se busca son profesores de religión? ¿Qué utilidad práctica reporta leer a Voltaire cuando la vida política puede resumirse en las divertidas tertulias de La Sexta Deluxe? ¿Quién iba robar tiempo lectivo a nuestros adolescentes para enseñarles ética, moralidad y civismo a si lo que importa es que aprueben -que no aprendan- Historia y Matemáticas? Lo dicho. Mi hermano es un gilipollas. Porque este es un país que necesita a Amancio Ortega para sacar a nuestra economía adelante, necesita al Pequeños Nicolás para narrarnos los entresijos del politiqueo más irrelevante, necesita a Pedro Sánchez llamando a Sálvame para solidarizarse con los cachorritos y a Dora la Exploradora para educar a nuestros hijos. Y los gilipollas, todos bajo un puente, bien escondidos donde nadie pueda verlos. Si Séneca, Cervantes y Ortega y Gasset hubiesen vuelto a nacer en la época de mi hermano, se morirían de hambre. Como buenos gilipollas que eran.

domingo, 1 de febrero de 2015

Los Siete Samuráis (o por qué eres un mierdas si no la has visto)


En 1954 se estrena Los Siete Samurais de la mano del intrépido director Akira Kurosawa. Con un argumento muy sencillo -que no justifica las tres horas de duración de la película-, el largometraje en un principio aparenta ser un simple Chanbara (subgénero cinematográfico del Jidaigeki que hace referencia a todas aquellas películas épicas de acción dramáticas ambientadas en el medievo japonés). Kurosawa, yendo un paso por delante, buscó no solo entretener al público con aventuras y peleas trepidantes, sino construir personajes profundos con un intenso espíritu humano (intención muy recurrente en sus otras producciones como Rashomon (1950) y Dersú Uzalá (1975)), así como generar entre ellos conexiones sentimentales y conflictos personales que interrelacionan su destino y evolución. Esto explica por qué no veremos una batalla hasta ya pasada hora y media de película, lo que puede hacerse pesado para los espectadores más impacientes, pero se justifica inmediatamente al comprender las identidades que se edifican alrededor de los siete samuráis, los campesinos, y los bandidos que amenazan con atacarles.

Estamos ante una película con muchas singularidades, la primera de ellas es el propio título, ya que bien pensado, el grupo de siete protagonistas no son samuráis propiamente dichos, sino que se trata de ronins (samuráis vagabundos sin amo durante el periodo feudal japonés que generalmente se dedicaban a vender su belicoso talento al mejor postor) y es un punto a tener en cuenta pues sin error, la película los califica como samuráis en relación con el desarrollo del argumento, en el que se revelará en ellos un honorable sentido de la justicia, el deber y la bondad altruista, diferente al de los demás ronin y más cercano al de la excelencia moral que se les atribuía a aquellos samuráis de mayor nivel.

La película además gira en torno a la idea de la "buena muerte", tema ya tratado por Kurosawa dos años antes en su largometraje Vivir (1952), que sugiere que todas nuestras acciones, especialmente la propia muerte, tienen una profunda reacción en las personas que nos rodean, por lo que ésta puede ser en sí misma un vehículo para transmitir un mensaje a aquellos que nos sobreviven. Es por eso por lo que a Kurosawa le encanta matar personajes -sin llegar a las escabechinas de George R.R. Martin-, pero evocando esa catársis propia del drama clásico y shakespiriano, razón por la que tal vez dirigió Ran (1985), adaptación japonesa de El Rey Lear.

Está mal que yo lo diga, pues soy muy fan de ese actor, pero creo que la interpretación de Toshiro Mifune constituye una razón de peso para no perderse esta obra cinematográfica. Mifune en esa época se encontraba probablemente en su mejor etapa tanto atlética como interpretativa, y su gran entrenamiento como jinete y en distintas artes marciales le permitió prescindir de dobles o especialistas en todas las escenas -habiéndolas especialmente peligrosas en la segunda mitad de película. Al mismo tiempo, es capaz de meterse en la piel de Kikuchiyo, personaje clave de la trama pues pese a su comportamiento cómico e infantil y su gesticulación histriónica y altanera, es el conductor moral implícito, quien se encargará de juzgar y valorar los acontecimientos y criticar las injusticias (su discurso a mitad de película sobre los campesinos probablemente ha pasado a la historia del cine). Con él podemos conectar una ingente cantidad de Shonen (obras de manga o animación japonesas de acción destinadas a público joven) que se inspiraron en la actuación de Toshiro Mifune en esta película para construir sus personajes.

Los campesinos son el eslabón más débil de la sociedad feudal japonesa: son saqueados constantemente por bandidos y samuráis, violan a sus mujeres y las matan si se resisten, queman sus hogares y malviven en la ignorancia y la pobreza. Pero Kurosawa intentó evitar esa dignificación tan cristiana del sufridor, y hace de ellos y de su mundo una definición compleja y cruda, ya que el vivir bajo el yugo de la pobreza, la brutalidad y la violencia hace de ellos pusilánimes, avaros, desconfiados, mentirosos y egoístas, lo que muchas veces les conduce a cometer crímenes comparables a los que son víctimas. No obstante, pese a ser conscientes de esta doble moral de los campesinos, estos siete ronins les prestarán su protección invocando esa quijotesca idea de luchar por aquello que es justo aunque cueste la vida.

Los efectos técnicos son sin duda otro aliciente que invita a sucumbir a esta película. Kurosawa, junto con su equipo de producción invirtieron muchísimo tiempo y dinero en el rodaje -inversión que sería recompensada económicamente por el enorme éxito de taquilla que tuvo en Japón-, pues mimaron mucho la combinación de imagen y sonido, dejándonos por un lado una recreación visual nítida del Japón de siglo XVI que les brindó una nominación a los Oscars de 1956 por mejor diseño y de vestuario y otra por mejor dirección artística. El sonido también fue exquisito gracias al talentoso trabajo de Fumio Hayasaka con su banda sonora, que pasaría a la historia.

No puedo concluir pasando por alto el papel que dejó esta película en la posteridad. Entre las adaptaciones y homenajes más destacados que ha tenido Los Siete Samurais, se pueden subrayar Los Siete Magníficos (1960), versión western para el público americano, Bichos: una aventura en miniatura (1998), producción de Pixar que revive este relato desde la original perspectiva de unas hormigas que son atacadas por saltamontes; y otras obras inspiradas como el videojuego Seven Samurai 20XX, y varias referencias en producciones de la cultura pop.

Cuando la revista británica Empire la juzgó como primera en su lista de "Las mejores películas del cine mundial", quizás se propasó un poco, ya que no es la película de la que el propio Kurosawa se sienta más orgulloso. Pero sí es sin duda una maravillosa historia atemporal que valiéndose del archiaceptado género de la acción, profundizó en la tragicomedia de la vida humana desde la perspectiva de semejantes humildes personajes, con los que uno no solo puede empatizar a través del espacio y el tiempo, sino aprender de sus experiencias vitales.