lunes, 1 de diciembre de 2014

Reuniones con el psicólogo

-¿Y has tenido mascotas?
-Sí. Un enorme husky siberiano cuando todavía vivía en Canarias.
-¿Y ahora quién se encarga de él?
-Ya no necesita que nadie se encargue de él. Murió atropellado poco antes de que viniera aquí.
-¿Influenció eso en tu decisión de irte?
-No. Ya lo había decidido mucho antes en verdad, aunque me apenó bastante. Yo lo paseaba a diario, ¿sabe? Era muy curioso. Allá en la Tierra de Perros los huskys no eran muy comunes, tienen demasiado pelaje para un clima tan cálido. La gente se apartaba recelosa y asustada por la acera al verlo. El animal nunca estuvo asilvestrado, y poco hacía realmente para ganarse ese trato, jamás mordió a nadie. Pero explícale eso a una pobre sexagenaria petrificada por unos amenazantes colmillos lupinos de semejante envergadura.
-¿Y tú cómo te sentías al ver sus reacciones?
-Bueno, me daban pena, ya sabe. Intentaba explicarles que no había nada de lo que preocuparse y tal, pero también era curioso a veces. Me miraban como si me pasease con una escopeta cargada. Como si en cualquier momento me pudiese dar por soltar a la bestia y ver cómo les ataca. Realmente me miraban como si fuese capaz de hacerlo. No es que quisiese hacerles ningún mal, aunque confieso que en cierta manera sentía envidia del embriagador aura de terror que irradiaba mi perro.
-El miedo no granjea respeto Octavio, más bien al revés. Para que te tomen en serio, debes demostrarles que eres una persona en la que se puede confiar. El miedo puede que ofrezca autoridad, pero cuando ya no haya lobo al que temer, dejaras de asustarles y pasarán a odiarte, a enfrentarse a ti. ¿No es eso lo que nos enseña la historia? Debes aprender a hacer que la gente confíe en ti.
-Si eres débil, sí. Puede que los reyes y presidentes tengan que ganarse el apoyo del populacho, pero yo no quiero ser uno de ellos. Son solo eso, débiles y delegadores. La historia nos demuestra que aquello a lo que más hemos temido los seres humanos es a aquello a lo que no podemos hacer frente y contra lo que toda resistencia se vuelve fútil. A eso lo llamamos dioses. Los paternalizamos y adoramos, porque no queda otra, porque les tememos. Yo no quiero ser quien lleve la correa del lobo, quiero ser el lobo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario