viernes, 16 de enero de 2015

La guerra es la paz

Ocurrió al noroeste de Pakistan, el 24 de octubre de 2012. La pequeña Nabila ha salido a jugar con sus hermanos mientras la abuela Bibi labra la tierra con la celeridad que el peso de sus 68 años le permite. Desde el cielo, anunciando su llegada con un ruido ensordecedor, el depredador avanza imponente haciendo sombra sobre sus cabezas y deja caer el paquete: un par de misiles 'Hellfire'. 
El primer proyectil explotó sobre la abuela Bibi, volándola en pedazos en el acto ante los horrorizados ojos de sus nietos. "Vi sus zapatos. Encontramos su cuerpo mutilado después" dijo Nabila ante las cámaras de Amnistía Internacional. Hoy solo tiene 8 años, pero no volverá a ser una niña. 

En los últimos años, Estados Unidos ha lanzado alrededor de 370 ataques con drones no tripulados en Pakistan, causando entre 2.200 y 3.600 muertes -de las que se cree que cerca de 900 son civiles. Por otro lado, en Irak, los números son aún más alarmantes: según un informe de la agencia 'Reprieve', 1147 personas han perdido la vida por ataques de drones, de los que solo hay 41 sospechosos identificados como objetivos militares. 

Ahora volvamos a Europa, vestida de luto por la matanza en la redacción de Charlie Hezbo. El miedo y la islamofobia por aquella sangría injustificada e irracional han repercutido de una manera contundente e inmediata en la población. Desde el Observatorio contra la Islamofobia del Consejo de Francés de Culto Musulmán, han estado informando de una escalada "sin precedentes" de actos racistas, amenazas y hasta ataques con explosivos a mezquitas francesas, tan solo una semana desde el ataque. 

Todo esto porque les tenemos miedo. Y con razón. Al Qaeda, dormida y mal organizada desde hace años parece que vuelve a recomponerse en el belicoso aparato genocida que antaño había sido, y el Estado Islámico, yendo muchísimo más lejos, crece y crece como un titán enfurecido que se alimenta de la violencia. Son el peligro. Son monstruos. La pregunta es cómo no iban a serlo. ¿Cómo podemos pretender que sean otra cosa cuando destruimos sus casas, arrasamos sus cultivos y matamos a sus vecinos? ¿En qué monstruo nos convertiríamos nosotros si tuviésemos un 'Charlie Hezbo' o un 11-S por semana? 

Las bombas, sean lanzadas en nombre de un dios, una ideología o el simple interés económico, no solo terminan su función al explotar. Dejan un oscuro humo emponzoñado y asfixiante de odio, capaz de transformar kafkianamente en la misma asquerosa cucaracha tanto a las personas que nos trajeron el Al-Ándalus y la ciencia como a las que nos brindaron la Ilustración y los Derechos Humanos.




Fuentes: 
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194310
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/17/internacional/1382039797.html
http://www.hispantv.com/detail/2014/11/28/298808/civiles-son-principales-victimas-ataques-drones-eeuu

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